Cada año se extraen 50 mil millones de tonelada arena: lo suficiente para construir un muro de 27 metros de ancho y 27 metros de alto alrededor del planeta Tierra. Este es el volumen de arena y grava que se utiliza cada año, lo que la convierte en el segundo recurso más utilizado en el mundo después del agua. Dada nuestra dependencia de ella, la arena debe ser reconocida como un recurso estratégico y es necesario replantear su extracción y uso, según un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El informe “Arena y sostenibilidad: 10 recomendaciones estratégicas para evitar una crisis“, publicado por el equipo GRID-Ginebra del PNUMA, ofrece las orientaciones necesarias recogidas de expertos mundiales para pasar a mejorar las prácticas de extracción y gestión del recurso.
La extracción de arena en lugares en los que desempeña un papel activo, como en los ríos y en los ecosistemas costeros o marinos, puede provocar la erosión, la salinización de los acuíferos, la pérdida de protección contra las mareas de tempestad y el deterioro de la biodiversidad, lo que supone una amenaza para los distintos medios de subsistencia, entre ellos el abastecimiento de agua, la producción de alimentos, la pesca o la industria del turismo.
Según los autores del informe, la arena debe ser reconocida como un recurso estratégico, no sólo como material para la construcción, sino también por sus múltiples funciones en el medio ambiente. Destacan que los gobiernos, las industrias y los consumidores deben fijar un precio para la arena que reconozca su verdadero valor social y medioambiental. Por ejemplo, mantener la arena en las costas puede ser la estrategia más rentable para adaptarse al cambio climático, ya que protege contra las mareas de tempestad y los impactos del aumento del nivel del mar.
Entre las soluciones posibles se evalúan cambios legales, material de construcción reciclado, roca triturada y “arena mineral” procedente de la minería.