Entre Rawson y Comodoro Rivadavia hay 450 km de litoral marítimo que tiene una paleta de colores azules que deja sin aliento. El área cuenta con más de 60 islas, caletas, playas y bahías, sitios que albergan la mayor cantidad de biodiversidad del litoral argentino. Además, es refugio, sitio de alimentación y nidificación para numerosas especies de aves y mamíferos marítimos.
Por estas razones se eligió este sitio, se usó tecnología de última generación y se seleccionó a cormoranes imperiales, petreles gigantes del sur y pingüinos de Magallanes para ser objeto de estudio. “Usamos una compleja tecnología, compuesta por dispositivos con multisensores, lo que significa que pueden medir distintas cosas como: la posición, la temperatura, la profundidad, la aceleración del cuerpo y la orientación”, detalló el Investigador Superior del CONICET, Dr. Flavio Quintana.
Características de las especies
“Elegimos estas tres especies porque son predadores tope del mar argentino. Como tales son muy buenos indicadores de lo que ocurre en el ecosistema marino. Cualquier alteración en el ambiente puede verse rápidamente reflejada en cambios de desplazamiento y comportamientos para obtener alimento en el mar”, explicó Quintana, quién está al frente del estudio.
Sucede que tanto los cormoranes, como los petreles y los pingüinos tienen conductas que los transforman en modelos ideales para este tipo de estudios. “Con estas tres especies abarcamos un amplio rango de todo lo que es el mar argentino y su plataforma continental. El cormorán imperial, es muy buen representante de áreas costeras que van desde la costa hasta los 25 kilómetros mar adentro; el pingüino se aleja entre 50 y 100 kilómetros de la costa y el petrel gigante del sur que ocupa prácticamente todo el mar argentino”, detalló Quintana.
Estas tres especies tienen características muy llamativas. Durante el período de alimentación, los Petreles gigantes hacen viajes extremadamente largos, pueden llegar a recorrer hasta 400 kilómetros. Por su parte, los pingüinos de Magallanes, durante el periodo de crianza de pichones, hacen hasta 120 km para buscar alimentos. Los cormoranes, por su parte, pueden llegar a sumergirse hasta 100 metros de profundidad para buscar presas.
Gracias a la sofisticada tecnología, los investigadores pueden monitorear y medir el comportamiento de las especies. “Todo esto nos permite conocer dónde se encuentran los animales, cuáles son sus rutas hacia las áreas de alimentación, la energía que gastan para capturar sus presas y todo lo que hacen para sobrevivir en el mar”, resumió el Dr. Quintana.
Estas tres especies de aves son frecuentes de ver en la costa de Chubut. Un paseo por la playa o una caminata por los rocosos acantilados es suficiente para encontrarse con alguna de ellas, o con todas. Solo hay que conectar con el lugar, agudizar la vista y, con un poco de suerte, el espectáculo está garantizado.
Resultados sorprendentes
Gracias a la efectividad de los registradores utilizados, el volumen de información que se obtiene diariamente es inmenso.
“Recién estamos procesando parte de todos esos datos”, aclaró el investigador Superior del CONICET, al tiempo que remarcó: “De todas maneras, uno de los datos más importantes que obtuvimos es que tanto el cormorán como el pingüino, aún durante la etapa reproductiva, que es cuando menos se alejan de la costa, utilizan áreas que no están bajo ningún tipo de protección. Ni hablar del petrel gigante que usa casi toda la plataforma continental argentina”.
Esto quiere decir que los animales van en busca de su alimento más allá de los límites protegidos por Argentina. Mostrando que las áreas marinas protegidas en la actualidad no son suficientes para garantizar la protección de los recursos de los que se alimentan las tres especies abordadas, que son claves en el ecosistema marino costero de la Patagonia.