Por Gabriel Valerga- Presidente CEMA
Sin intención de añadirle dramatismo a la proyección de las consecuencias de la crisis del clima a lo largo y ancho del planeta, la Cámara Empresaria de Medio Ambiente (CEMA) pone el foco en el desafío y la necesidad de promover una descarbonización de la matriz energética que no afecte la competitividad de las empresas.
Pareciera que la frase “es hoy” fuese sólo declarativa, necesaria, pero a la vez romántica. No obstante, si realmente tomamos dimensión en lo que nos estamos metiendo, el “es hoy” adquiere un dramatismo aterrador.
Ya no vale hablar de cambio climático: estamos en una crisis climática, una emergencia sin precedentes. Sin embargo, no se trata de perturbarse y asustarse, sino de actuar, de hacer, de recuperar lo que vamos perdiendo día tras día.
La descarbonización de la matriz energética es una acción urgente, pero debe darse en todas las actividades industriales, especialmente en las industrias calor-intensivas y electro-intensivas. Si bien el proceso no es fácil desde lo tecnológico, ni tampoco desde lo económico, estamos obligados a tomarnos esto muy en serio.
Los procedimientos de medir, cuantificar y gestionar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y metano, principalmente, son el primer escalón de una trabajosa escalera. Reducir e idealmente eliminar carbono es el impostergable camino a seguir. También tenemos la compensación complementaria, mediante la absorción de bosques nativos y sembrados, pero éste debe ser un último recurso agotadas todas las demás instancias.
La industria necesita trabajar en esto urgentemente. Estamos en una carrera contra el tiempo, donde el fenómeno del cambio climático y sus consecuencias debe abordarse por una cuestión ambiental, de seguridad alimentaria y, fundamentalmente, de vida. Pero que, incluso sin llegar a esos extremos, también amerita un abordaje desde el punto de vista de la supervivencia misma de las compañías, independientemente de su tamaño.
El trayecto arranca en caracterizar el problema, estudiar su tamaño, medir adecuadamente los sistemas térmicos y elaborar un adecuado diagnóstico de las emisiones directas e indirectas. Luego debe gestionarse dicho diagnóstico, contemplar las posibilidades técnicas, sondear la ingeniería, evaluar las diferentes tecnologías y herramientas digitales ya existentes para avanzar hacia procesos más eficientes y sostenibles, donde la recuperación y revalorización del calor y el frio sea el punto central.
La descarbonización debe enfrentarse aguas arriba y aguas debajo de una operación; es decir, contemplando en el estudio tanto los contratistas como los servicios relacionados con la cadena de suministros y distribución, buscando aumentar la eficiencia para disminuir la huella ambiental.
Hoja de ruta
El Pacto Verde enunciado y fijado por la Unión Europea (UE) para lograr neutralidad de carbono hacia 2050 nos coloca en un contexto también económico de supervivencia de las empresas y sus complicados modelos de negocios. Las exportaciones estarán marcadas por esta agenda: si bien la Argentina es responsable de poco menos del 1% de las emisiones de CO2 a nivel global, igualmente necesitamos un abordaje público-privado coordinando políticas de gobierno y de instituciones como cámaras sectoriales.
Desde ya que el costo de la descarbonización es muy elevado. Aún lo es más en función de nuestra endeble economía y nuestra alicaída industria. Descarbonizar manteniendo la competitividad es el gran desafío.
Casi ningún sector industrial se escapa de este contexto. La industria es responsable de aproximadamente un 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Las actividades alimenticias, químicas, petroquímicas, papeleras, cementeras, de vidrio, metalúrgicas y siderúrgicas, serán las que más tendrán que poner “manos a la obra”, sobre todo aquellas que funcionan de manera gas-intensiva y electro-intensiva (con una matriz de fuentes no renovables).
Las inversiones serán importantes, volviendo necesario el uso de fondos especiales, incentivos, créditos y subsidios; mecanismos financieros que el Estado -obligado por los compromisos internacionales asumidos- puede prever vía impuestos reembolsables o cualquier otro instrumento a definir por el próximo gobierno.
Es imperioso trazar una hoja de ruta. Se trata de un reto, pero también de una oportunidad, para todas aquellas compañías que entiendan el futuro cercano y no sólo procuren mostrarse más verdes, sino que también deseen entrar en un campo de eficiencia y volverse más competitivas.
En ese sentido, será clave comenzar por medir con laboratorios especializados; apoyarse en consultoras profesionales que ya manejan estas herramientas informáticas; recurrir a experimentadas empresas de ingeniería para adecuar procesos; reducir el uso de combustibles fósiles; y capturar, almacenar y reconvertir carbono. Todo esto, sin omitir la importancia de trabajar en la electrolización para apalancarse con hidrogeno, rediseñando conceptualmente la ingeniería, sumando la valorización de residuos y la economía circular para reducir huella.
Adoptar estos vectores de acción fundamentales para lograr un cambio de modelo productivo donde conseguir mayor eficiencia y ofrecer a los consumidores productos y servicios más respetuosos con el ambiente será, en definitiva, un destino innegociable