Gracias a los satélites, recientemente hemos podido asistir al nacimiento de uno de los mayores icebergs de la historia. Además de ocupar las portadas de los medios por su espectacularidad, la escisión de la barrera Larsen C en la Antártida brindó a los científicos una oportunidad única para saber más sobre la estabilidad de la plataforma.
El 12 de julio, las imágenes suministradas por la misión Sentinel-1 de Copernicus mostraron cómo un fragmento con un tamaño que duplicaba al de Luxemburgo se había desprendido de la península Antártica.
Desde entonces, este enorme iceberg tubular, denominado A68, se ha ido alejando unos 5 kilómetros (km) de la barrera. Las imágenes de Sentinel-1 también muestran la formación de un grupo de más de 11 icebergs menores, el mayor de ellos con una longitud de poco más de 13 km, procedentes tanto del iceberg gigante como de la propia plataforma.
“Nuestra capacidad de monitorizar fenómenos en rápida evolución, como este, ha experimentado un gran avance en los últimos años gracias a la inversión europea en los satélites Copernicus”, comenta Anna Hogg, de la Universidad de Leeds, Reino Unido.