Por Ana María Vidal de Lamas – Subsecretaria de Ambiente de la Nación
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi, Kenia, celebra su 52º aniversario, hito que marca décadas de esfuerzos globales en la preservación ambiental. Fue en 1973 cuando se instauró el 5 de junio como Día Mundial del Ambiente, en homenaje a la fecha en la que se realizó la Primera Conferencia de Medio Ambiente en Estocolmo, Suecia, en 1972. Desde entonces, el PNUMA ha abordado las preocupaciones ambientales crecientes de todo el planeta. A nivel local, desde la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes del Ministerio del Interior, y en particular, desde la Subsecretaría a mi cargo, nos toca ocuparnos con políticas e impronta propias.
Sin embargo, a nivel internacional parecería que poco se ha avanzado. Enfrentamos desafíos sin soluciones claras o consistentes. Si bien algunos han sido abordados con éxito —como la mejora de la capa de ozono o el manejo de los residuos—; otras problemáticas aún generan preocupación o están en proceso de gestión a medida que surgen nuevas alertas.
Aunque hemos progresado en muchos aspectos, aún nos enfrentamos a una triple crisis global: el impacto climático, la pérdida de biodiversidad y la problemática de la contaminación. Es decir, todavía queda mucho para lograr un equilibrio justo con la naturaleza.
Desde la Primera Conferencia de Medio Ambiente, cada década ha sido testigo de grandes esfuerzos para abordar estos desafíos. Desde los años 70 hemos abordado la problemática de la contaminación de océanos, la basura marina y los microplásticos, a través de la firma de acuerdos regionales y de la elaboración de planes de acción tierra-agua. A la fecha, están en proceso de confección dos convenios relacionados con plásticos y con biodiversidad, que trascienden la jurisdicción nacional. Vale mencionar, también, en relación con las especies migratorias y con el comercio de especies amenazadas de flora y fauna, la creación de campañas de difusión a cargo de personalidades del ambiente artístico y cultural comprometidas con la protección y conservación de los recursos naturales.
Entre los principales hitos, señalo el inicio del Programa de Montevideo de legislación ambiental en los 80, con el propósito de generar marcos jurídicos y fortalecer el estado de derecho en la materia. Luego se instaura el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que alerta sobre la afectación del clima sobre la tierra a partir del conocimiento científico, técnico y socioeconómico. Y a fines de esa década, el Protocolo de Montreal-Convención de Viena con el objetivo de reducir y eliminar la producción y el consumo de sustancias agotadoras de la capa de ozono (SAO), marco en el que se crea el Programa Ozono. La Enmienda Kigali (2019) —y la reducción gradual de los HFC— ratifica los esfuerzos del protocolo.
Asimismo, en los años 90 se aprueba la Convención de Basilea que regula los movimientos transfronterizos de residuos peligrosos y otros desechos —que hoy se trata en conjunto con las convenciones de Rotterdam (químicos peligrosos-convenio global de químicos) y Estocolmo (contaminantes orgánicos persistentes)—.
Luego se lleva adelante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, donde se firma el Convenio de Biodiversidad —ahora con Protocolo Kunming Montreal por pérdida de biodiversidad, naturaleza y desertificación— y surgen mecanismos de financiamiento como el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por su sigla en inglés) y la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP FI por su sigla en inglés), para respaldar iniciativas ambientales con inversiones sustentables y el Net Zero de emisiones.
Por último, en los años 2000 se adopta el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, un tratado de alcance mundial para proteger la salud humana y el ambiente de los efectos adversos generados por ese elemento. Asimismo, se impulsan planes de acción para la protección de bosques a través del Programa de colaboración de las Naciones Unidas para la Reducción de Emisiones de la Deforestación y la Degradación de los bosques en los países en desarrollo (ONU-REDD). En lo que respecta a las variaciones climáticas, el consumo y la producción sostenibles, se define y determina la brecha entre lo alcanzado y lo a alcanzar. En esta línea, se crea la Coalición del Clima y Aire Limpio, una asociación internacional que trabaja para proteger el clima y mejorar la calidad del aire a través de acciones para reducir los contaminantes climáticos de vida corta como el metano, el carbono negro, el ozono troposférico y los hidrofluorocarbonos (HFC).
También se destaca la conformación de la Alianza de Acción para una Economía Verde (PAGE, por su sigla en inglés), que busca apoyar a los esfuerzos nacionales en la transición hacia economías verdes que sean social, económica y ambientalmente sostenibles. Por último, en 2014 se realiza en Nairobi, Kenia, la primera Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (UNEA, por su sigla en inglés) oportunidad en la que se firman una serie de resoluciones vinculadas a la contaminación del aire, responsable de 7 millones de muertes al año y un desafío que es necesario afrontar para ayudar a salvar vidas y mejorar la gestión del impacto del clima, los servicios de los ecosistemas, la biodiversidad y la seguridad alimentaria. Por último, otros temas de relevancia a mencionar en esta década se vinculan con las turberas y su protección, la consolidación de la prohibición del plomo en los combustibles y la restauración de los ecosistemas terrestres y acuáticos.
En síntesis, la historia nos demuestra que en las últimas décadas se han logrado grandes avances, compromiso y dedicación en el abordaje. Sin embargo, no basta, queda mucho por hacer.
La mejor manera de conmemorar este día es honrar a aquellos que, a lo largo de los años, han dedicado sus esfuerzos en pos de mejorar y conservar el ambiente. Solo así podremos salvar el planeta: con compromiso individual que aliente e inspire al colectivo.