Tras 530 muertos hallados entre los escombros y más de 8.000 heridos en el potente terremoto que sacudió la frontera entre Irán e Irak el pasado domingo con una magnitud de 7,3 grados en la escala de Richter, Teherán ha perdido la esperanza de hallar personas con vida bajo los edificios derruidos.
Cuando se cumplen tres días del seísmo, el Gobierno iraní, cuyo país ha registrado el mayor número de víctimas, ha ordenado que terminen las operaciones de rescate en las zonas afectada.
El terremoto afectó aldeas y ciudades en el área montañosa de la provincia de Kermanshah, fronteriza con Irak, mientras muchas personas se encontraban durmiendo en sus hogares, y dejó a muchos supervivientes combatiendo el frío y el hambre sin la protección de sus casas. Al menos 14 provincias en Irán resultaron afectadas.