Por Lic. Julián Corres – Coordinador del Programa Académico del Centro de Desarrollo Sustentable GEO de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires
Los cambios en el uso de los recursos naturales y sus impactos en la vida de las personas (desde inundaciones hasta pérdida de diversidad) llevan a sensibilizar y concientizar a la población de todo el mundo sobre nuestra relación con la naturaleza. Con esto en mente, durante la declaración de Estocolmo de 1972, se crea el Día Mundial del Medio Ambiente.
El lema del Día Mundial del Ambiente de este 2021 será “Reimagina, recupera, restaura” y tendrá como sede a Pakistán. El tema principal tratado este año será la restauración de ecosistemas. Es una realidad, cada vez es más frecuente y está más presente en los países más pobres, el deterioro del ambiente. La restauración del ambiente se trata de reducir, mitigar o incluso revertir aquellos daños producidos en el medio físico con el principal fin de recomponer la estructura, funcionalidad, diversidad y/o componentes del ecosistema original.
Con el fin de restaurar un determinado ecosistema, una posible aproximación es la de estimar la función que cumple el ecosistema y su estructura interna (las especies características del lugar, por ejemplo). En algunos casos, la restauración completa no es posible debido al nivel de degradación del ecosistema, por ese motivo se pueden llevar adelante dos alternativas: la primera es la de rehabilitar el ecosistema, revirtiendo la degradación lo máximo posible para que se parezca de cierto modo a lo que sería el ecosistema original. La segunda opción, es la de “crear un nuevo ecosistema”. Dicho ecosistema sirve de modelo para planear un proyecto de restauración y más adelante, para su evaluación. En su forma más sencilla, la referencia puede ser un sitio verdadero, u otro descripto según interés o ambos.
El criterio de éxito de una restauración dependerá del valor original del área a tratar, por ejemplo, si el área a restaurar corresponde a una zona silvestre, entonces el número y composición de especies (aquellas que se encontraban en el área previa a la degradación) será el parámetro analizado para determinar el éxito. Por el contrario, si se trata de un área utilizada inicialmente para la agricultura (esto se da sobre todo en sitios en donde los suelos se encuentran dañados por malas prácticas de cultivo), entonces la cosecha será el parámetro para determinar el éxito de la restauración.
Debe tenerse en cuenta que la degradación no es igual para todos los ambientes. Por ejemplo, un problema muy común en los ambientes acuáticos es la eutrofización, esto es el enriquecimiento excesivo de nutrientes en un cuerpo de agua (fósforo y nitrógeno, principalmente). La eutrofización puede llegar a producir lo que se conoce como blooms de cianobacterias que son altamente peligrosas para cualquier otra especie del lugar y puede llevar a una mortandad masiva de otros organismos. Mientras que para los ecosistemas terrestres, casi siempre el principal problema es el contrario, agotamiento de los recursos y nutrientes del suelo lo que lleva a dejarlo prácticamente inutilizado/inhabilitado para cualquier actividad productiva.
Por eso en este día mundial del ambiente y luego de la lamentable experiencia del COVID-19, tras la aparición de una nueva enfermedad zoonótica, esta vez convertida en pandemia global, ¿no será el momento de reformular nuestra relación con el ambiente?