A partir del 24 de junio nuestro país ya consumió todos los recursos naturales que puede producir durante el año. Esto indica que, durante los próximos 6 meses, estaremos consumiendo a crédito los recursos futuros, al haber utilizado el capital natural y presupuesto ecológico de todo el 2023. A nivel global, el Día del Exceso de la Tierra llegará el próximo 2 de agosto.
Basado en datos de la Huella Ecológica, que mide los recursos naturales que tenemos y cómo los utilizamos, este año el Overshoot Day o Día del Exceso de la Tierra se alcanza en la Argentina el 24 de junio. Esto quiere decir que agotamos los recursos naturales que nuestro país tenía disponibles para todo el año, generando así una nueva “deuda ambiental”.
Esta iniciativa, realizada por Global Footprint Network (GFN), busca generar conciencia y actúa como indicador global de la velocidad en la que estamos “consumiendo el planeta”. Desde la década de 1970 la demanda de recursos naturales de la humanidad ha superado la capacidad de la Tierra para regenerarlos. La estimación se realiza anualmente en base a dos factores claves: el consumo y uso que la humanidad realiza de los bienes y servicios naturales, y la capacidad de respuesta que tienen los ecosistemas para reponer esos recursos. En la Argentina, esta fecha se estimó para el 24 de junio, un poco más de un mes antes de la fecha global, prevista para el 2 de agosto.
Durante los últimos 5 años, y luego de un extenso período en el que año a año esta fecha ocurría más pronto en el calendario, la tendencia global no ha tenido grandes variaciones. Sin embargo, es difícil establecer si esto se debe a la desaceleración económica o a los esfuerzos intencionales de descarbonización. A pesar de esto, esta reducción es demasiado lenta. Para alcanzar el objetivo del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), que busca reducir las emisiones de carbono en un 43% en todo el mundo para 2030 en comparación con 2010, sería necesario retrasar el Día del Exceso de la Tierra 19 días al año, durante los próximos siete.
Los resultados son un indicador de la presión sin precedentes que las actividades humanas están ejerciendo sobre la naturaleza. Al ritmo que consumimos, la cantidad de recursos y servicios ambientales requeridos para abastecer nuestras necesidades equivalen a 1,7 planetas Tierra, lo que significa que estamos usando un 70% más de recursos naturales de lo que los ecosistemas de nuestro planeta pueden regenerar en un año. En otras palabras, estamos en default ambiental: la humanidad está en números rojos y tiene en su cuenta lo que se conoce como “deuda ecológica”.
Según datos de Global Footprint Network, la Argentina se encuentra dentro de los países que aún cuentan con reserva de biocapacidad -entendida como sus reservas en términos ecológicos- para producir recursos y proveer servicios ambientales, detrás de países de la región como Uruguay, Bolivia, Paraguay, Brasil y Colombia. Sin embargo, nuestro nivel de consumo interno y el dedicado a exportación dan cuenta que aún hay mucho por hacer al respecto, considerando además que, a pesar de nuestra alta biocapacidad, estamos por encima de la media a nivel mundial en relación al día del exceso en la tierra.
Seguridad alimentaria
El sistema alimentario es un elemento particularmente sensible dentro de los servicios que proveen los recursos naturales, porque es un requerimiento diario de todas las personas. Se prevé que para 2050 el crecimiento de la población mundial conducirá hacia un incremento en la demanda y producción de alimentos, lo que ejercerá aún más presión sobre los recursos naturales mundiales, a la vez que va a demandar una efectiva capacidad de superar la desigualdad en su acceso.
Según este informe, el 38% de la población mundial (3.000 millones de personas) vive en un país donde la capacidad propia de generar alimentos está por debajo de la cantidad de alimentos que consume la población de ese país. Por otro lado, a nivel global, alrededor de un 40% de los alimentos se desperdicia antes de ser consumidos, lo que implica también se desperdician los recursos naturales que fueron utilizados para producirlos. Esto sucede a la par de que más de 800 millones de personas en el mundo padecen hambre y 3.000 millones no pueden permitirse una dieta saludable. (FAO).
El consumo de alimentos cambia y se diversifica. En algunos casos, impulsado por las alternativas que el mercado propone y, en otros, por nuevas necesidades del consumidor, muchas de ellas relacionadas con elecciones más responsables y conscientes. En esta línea, cada vez más personas se preguntan de dónde proviene y de qué forma han sido producidos los alimentos que consumen y, en consecuencia, sus preferencias de compra pueden variar en función de esa información.