La edición de 2024 del informe de las Naciones Unidas “Situación y perspectivas de la economía mundial” destaca los efectos del calentamiento global con un panorama sombrío. Climas extremos, desastres climáticos y el avance del fenómeno de El Niño suponen un riesgo significativo para el crecimiento económico y la seguridad alimentaria en países de América Latina, Asia y África.
“La producción de alimentos depende de que se den las condiciones meteorológicas adecuadas, y las predicciones de la ONU indican que se avecina una crisis para la agricultura. En este contexto, el Sur Global es el menos preparado para gestionar las pérdidas económicas, la inseguridad alimentaria y la malnutrición. Pedimos a los gobiernos y a las instituciones financieras que se encaminen hacia un sistema alimentario más sostenible y eficiente para proteger a los países más vulnerables”, explica Romina Viscarret, Directora de Argentina de Sinergia Animal, una ONG internacional de protección animal que promueve opciones alimentarias sostenibles y compasivas en países latinoamericanos y del sur de Asia.
Según las previsiones de la ONU, el cambio climático representa un trastorno duradero para la estructura productiva de los países de América Latina y el Caribe. El aumento de las temperaturas, el incremento de las sequías y los fenómenos climáticos extremos como huracanes y tormentas podrían afectar gravemente a la agricultura y el turismo, contribuyendo a la disminución de la productividad laboral de las reservas de capital.
Haciendo visible el problema
Para Sinergia Animal, la crisis climática también radica en un sistema alimentario inadecuado que depende de las proteínas animales, principales emisores de CO2 y gases de efecto invernadero en la producción de alimentos. Las explotaciones ganaderas y piscícolas son responsables del 61% de las emisiones del sector agrícola -sin tener en cuenta las cadenas de suministro– y solo aportan el 37% de las proteínas y el 18% de las calorías que se consumen en el mundo.
“Esta ineficacia también está relacionada con el hambre y las desigualdades sociales. Estudios destacados y organizaciones internacionales como la OMS han llegado a la conclusión de que debemos cambiar a más alternativas a base de plantas. Este modelo alimentario se alinea con objetivos tanto climáticos como nutricionales y considera una relación más compasiva con otras especies”, afirma Viscarret.
Financiando y promoviendo soluciones reales
La COP28 marcó un momento histórico al incluir la transformación del sistema alimentario en la “Declaración de los EAU sobre agricultura sostenible, sistemas alimentarios resilientes y acción por el clima“. Los gobiernos reconocieron la necesidad de ayudar a los agricultores a adaptarse al cambio climático y se comprometieron a reducir las emisiones agrícolas de sus países. Sin embargo, no se incorporó la reducción del número de animales de granja ni la mitigación de los impactos de la ganadería.
“Esperamos que se dé prioridad a este debate. Los bancos de desarrollo y las instituciones financieras deben dejar de invertir en la agricultura animal industrial y financiar sistemas agroalimentarios resilientes. Los gobiernos de todo el mundo pueden fijarse en acciones concretas como el plan de Dinamarca para impulsar la producción de alimentos de origen vegetal; Sinergia Animal respaldará estos esfuerzos para garantizar un futuro sostenible y compasivo para todos”, concluye Viscarret.