La capital francesa no ceja en su empeño de convertirse también en la capital mundial de la movilidad sostenible. La política municipal parisina quiere acabar con la polución atmosférica, y el coche es el enamigo público número uno.
¿Promocionar las bicicletas, los coches eléctricos, los patines, primar al peatón? Sin duda, todo ello son piezas clave de un mismo puzzle, tácticas que forman parte de una estrategia verde que busca la restricción de la circulación del coche, principal causante de la polución ambiental.
Demasiados coches, demasiada polución, opinan sus combativos alcaldes desde hace más de un lustro. Y es que la lucha por un París sin coches lleva años activa, pero solo en los últimos años se ha declarado una guerra abierta, sin tregua.
Gracias a medidas aplicadas en este último periodo, relacionadas con la prohibición de los coches diésel, restricciones del parque automovilístico más viejo, creación de zonas peatonales e incluso medidas de emergencia como la gratuidad del transporte público o la circulación en días alternos, la contaminación del aire en París se ha disminuido de forma significativa en los últimos años.
La polución atmosférica es la causa de alrededor de 40.000 muertes prematuras. Según los datos de la agencia de vigilancia de la polución Airparif, de dos a cuatro millones de parisinos están personas están expuestos anualmente a una calidad del aire que no cumple con las normas europeas. Su nivel de contaminación alcanza niveles tan graves que superan a las registradas en Beijin y Nueva Delhi, las urbes más polucionadas del mundo.
Los parisinos que utilizan su coche tienen lo suyo. También se han tomado medidas para que los residentes se piensen muy mucho si les vale la pena mantener su coche, tanto por el brutal aumento de las tarifas para aparcarlos en la calle como por prohibiciones de aparcamiento durante el mes de agosto o el aumento de los impuestos de circulación.