Ríos que vuelven a verse claros. Ciudades en las que desaparece el smog. Animales silvestres deambulando en ciudades. Todas imágenes que nos trajo la lamentable pandemia de COVID-19 que estamos sufriendo a nivel planetario. Muchas personas aprovecharon para llamar la conciencia sobre la disminución del impacto ambiental que causaron las cuarentenas desplegadas alrededor del mundo para frenar el avance del virus ¿Qué hay de cierto en esto?
Para empezar, muchas de las imágenes y videos viralizados en las redes son falsos. Si bien los canales de Venecia están ligeramente más claros, se debe simplemente a la falta de barcazas que remueven los sedimentos ¿Y los delfines? Son de otra parte de Italia, donde suelen verse, como explicaron desde la National Geographic. Lo que sí ha disminuido mucho es la contaminación atmosférica. Tanto el CO, CO2 y el NO2 han disminuido producto tanto de la baja del tránsito automotor como del nivel de actividad industrial:
Densidad de NO2 en WUHAN durante la cuarentena obligatoria. Imagen de la NASA.
Esta noticia debería analizarse en el largo plazo. Estas imágenes pueden servir para crear conciencia sobre nuestro impacto, pero nada más. A principio de la cuarentena la cuenta de twitter @zaritzky mostraba cómo la contaminación atmosférica había disminuido considerablemente, al punto de poder volver a ver el cielo en la ciudad de Beijing.
Izquierda: Antes del distanciamiento social. Derecha: Después del distanciamiento social. Imagen de @zaritzky
Sin embargo, tras la normalización de la actividad vemos que el smog volvió tal como se encontraba antes de la cuarentena:
Pero, además de volver la contaminación, hay un error conceptual a la hora de pensar que esto fue “un descanso para el ambiente”. Quienes estudiamos el ambiente, entendemos a la sociedad y a las personas como parte del ambiente. No queremos ni pretendemos cuidar el ambiente por una cuestión
Izquierda: Durante el distanciamiento social. Derecha: Vuela a la vida “normal” en Beijing. Imagen de @zaritzky
meramente altruista. Por el contrario, solemos repetir con vehemencia que dañar el ambiente es dañarnos a nosotros mismos, ya que somos parte de él. Esto corre para ambos lados: si somos parte del ambiente cuando lo destruimos, también somos parte cuando un virus nos afecta a nosotros. De ninguna manera un virus que provoca muertes y angustia en todo un planeta puede verse como algo benéfico para el planeta. Somos parte del ambiente, para bien y para mal.
Por otro lado, como vimos con el ejemplo del smog en Beijing, técnicamente el eventual “respiro” del ambiente es efímero. Los impactos en los ecosistemas son acumulativos y unos meses en los que frenemos nuestras actividades no van a mover la aguja en cuestiones que venimos alimentando hace décadas como por ejemplo el cambio climático.
Cualquier detrimento de la calidad de vida es, en definitiva, un deterioro ambiental compuesto de elementos biofísicos, sociales y económicos. Volver a ver el cielo de Beijing o escuchar los pájaros en las capitales del país, tiene que hacernos reflexionar en que tenemos un modo de vida muy perjudicial para el planeta y por ende para la sociedad misma. Pero el ambiente va a mejorar con trabajo serio, cambios culturales y voluntad política, no con pandemias.
Por Alejandro Inti Bonomo, Responsable de la Licenciatura en Gestión Ambiental de UADE