Por Pablo Feresini – Director general de Grupo Rotoplas en Argentina
Es probable que la mayoría de la gente se imagine cosas muy diferentes cuando hablamos de agua subterránea y que muy pocos sean los que efectivamente saben de qué se trata.
Las aguas subterráneas forman parte del ciclo hidrológico. Cuando llueve, una parte de las precipitaciones que caen en la superficie se evapora, otra fracción escurre hacia lagos y ríos y, finalmente, un pequeño porcentaje se infiltra en los acuíferos, que son como tanques ubicados bajo tierra, donde se acumula formando justamente eso que llamamos aguas subterráneas.
Carla Nowak, en su artículo de NexCiencia, el blog de la Universidad de Buenos Aires, cuenta, entre otras cosas, que las aguas subterráneas constituyen reservas seguras en cuanto a calidad y conservación, y que pueden tener cientos e incluso miles de años.
En Argentina, según información relevada por el INDEC en el Censo 2012, el 88% de la población de sus 31 principales aglomerados urbanos tiene acceso al agua potable mediante red pública, mientras que el 12% restante depende de otras fuentes de aprovisionamiento, como por ejemplo las perforaciones con bomba automática o manual, o cosecha de agua de lluvia.
En este contexto, el agua subterránea es un recurso imprescindible para la seguridad alimentaria de muchas familias, además de garantizar el desarrollo de la producción, especialmente en las regiones áridas y semiáridas.
En nuestro país contamos con los reservorios de agua dulce más importantes del mundo, en los acuíferos Guaraní, Toba, Puelche y el SAY (El Sistema Acuífero Yrenda). Estos tesoros bajo tierra son la principal fuente de abastecimiento en nuestro territorio.
Si bien estos sistemas de aguas subterráneas se recargan de manera natural, su conservación y uso deben ser regulados por el estado para una gestión eficiente de nuestros recursos hídricos subterráneos.
Según datos de la Dirección Nacional de Política Hídrica y Coordinación Federal de la Nación, el desarrollo de tecnologías para el estudio y aprovechamiento del agua, sumados a la calidad y confiabilidad de las aguas de los acuíferos, ha hecho que se registre un uso progresivo y creciente del agua subterránea
Ante este aumento, resulta fundamental implementar políticas activas para obtener información sobre los acuíferos y poder evaluar sus disponibilidades, requerimientos y riesgos potenciales, y para poder tomar acciones en caso de deterioro en la calidad y cantidad del agua disponible.
Conocer, proteger y utilizar de manera sustentable estos sistemas, que son capaces de proveer agua para satisfacer las diferentes demandas existentes, es el gran desafío de las generaciones presentes y futuras y debe ser una política de Estado en Argentina.
En el último censo de nuestro país, realizado en mayo pasado se estableció que somos 47.327.407 de argentinas y argentinos y se hicieron preguntas relacionadas con el acceso al agua potable y las cloacas, información que será muy valiosa para generar políticas públicas que apunten a satisfacer una necesidad humana tan básica como esta.