Por Pablo Gago – Director de Futuro Sustentable
Aunque parezca que la pandemia de COVID-19 paralizó nuestras vidas, la realidad es que el mundo siguió girando de manera inexorable. Lo que al principio lucía como una neutralización del daño ambiental a causa del confinamiento, ya no es así. Por estos días, de hecho, estamos volviendo a los valores normales de contaminación.
Con la emergencia sanitaria, vale resaltar, salió a la luz una corriente de residuos peligrosos que hasta ahora era muy poco considerada: los residuos hospitalarios o residuos patógenos.
A causa de la pandemia, la generación de residuos hospitalarios se ha incrementado de forma exponencial. Dichos desechos no pueden ser reciclados, por lo que su destino final está en los vertederos o las plantas de incineración.
Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente se viene alertando a los distintos gobiernos sobre la imperiosa necesidad de considerar a la gestión de residuos hospitalarios como un servicio público urgente y esencial en el marco de la proliferación del COVID-19.
La crisis sanitaria también ha aumentado el consumo de otros plásticos desechables como bolsas, botellas de agua, recipientes para comidas a domicilio o embalajes del comercio electrónico.
En este contexto, muchos de nuestros hábitos cotidianos están cambiando de manera significativa. En vísperas de una nueva celebración del “Día Mundial del Medio Ambiente”, que en esta edición hará foco en la necesidad de promover la restauración de ecosistemas, la gran pregunta es: ¿Cómo hacemos para recuperar la actividad económica y apaciguar los impactos socio-ambientales concebidos por la pandemia?
La respuesta, por supuesto, está en nosotros. Pasa por profundizar la modificación de nuestras acciones cotidianas y por fortalecer la exigencia de productos sustentables que nos permitan reducir el impacto negativo sobre el medio ambiente.