Por: Marcelo A. Corti – Director Ejecutivo del Centro de Desarrollo Sustentable GEO UBA
El conflicto ruso-ucraniano se encuentra en curso desde el 2014. Como es de público conocimiento, la tensión se acrecentó cuando el 24 de febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania.
Los antecedentes de los conflictos bélicos ocurridos a lo largo de la historia han causado altos grados de contaminación con consecuencias irreversibles. La guerra moderna con la utilización de armamentos como misiles, tanques y balas produce un daño elevado en las tres dimensiones de la sustentabilidad: ambiental, social y económico.
Con respecto al conflicto entre Rusia y Ucrania, miles de construcciones y hogares han sido destruidos. De acuerdo al último recuento que realiza el Alto Comisionado para los Refugiados (Acnur), más de 2.011.312 personas pasaron la frontera desde el 24 de febrero.
Además, desde 2014 han proliferado las enfermedades cardíacas, el cáncer y la demencia. La gestión de residuos se ve interrumpida o dificultada. Miles de hectáreas de ecosistemas se ven afectadas.
Evidentemente, a las guerras, que son un hecho completamente desafortunado y trágico, se suma una nueva dimensión que es la posibilidad de los efectos futuros a través del impacto en el ambiente.
Sumado a los impactos ambientales y en la salud de la población, Svein Tore Holsether, presidente ejecutivo de Yara International, una de las compañías de fertilizantes más grandes del mundo, ha dicho que la guerra provocará un impacto en el suministro mundial y en el costo de los alimentos. Esto se debe a que Yara International compra gran cantidad de materias primas esenciales en Rusia. Con el conflicto actual, la cadena de suministro se ve interrumpida.
El pasado 3 de marzo las fuerzas rusas atacaron la planta de energía nuclear Zaporizhzhia de Ucrania, cerca de Enerhodar, en el sureste del país. Si bien el incendio provocado en la planta por artillería pesada no ocasionó daño en los reactores nucleares y tampoco se registraron fugas de niveles altos de radiación, lo sucedido despertó una alarma a nivel mundial.
Ucrania posee 15 reactores nucleares en actual funcionamiento. La central Zaporizhzhia es una de las más grandes de Europa, con un diseño moderno capaz de resistir riesgos externos ocasionados por la naturaleza como terremotos e inundaciones, entre otros.
Si bien es claro que las fuerzas rusas tomaron la central como una forma de estrategia militar, el riesgo es muy alto cuando dos países con actividad nuclear entran en combate. La tecnología permite que el armamento sea de preciso alcance, aunque un error humano podría haber causado un daño grave como el accidente nuclear sucedido en 1986 en Chernóbil.
Es preciso el consenso para resolver estos conflictos de manera pacífica para no sumar más contaminación, crisis climática y humanística. No hay un planeta B.
Indudablemente hay una razón más para prevenir. La contaminación derivada de la guerra puede durar muchísimos años y afectar a especies y a la población en general de forma catastrófica.