Natal, Brasil, Octubre 2023. Por Alejandro Diego Brown – Fundación ProYungas
Estamos viviendo momentos dramáticos a distintas escalas, pero con las mismas raíces, la visible vocación de resolver como humanidad nuestros problemas importantes de manera violenta, atroz, inhumana… Llama en principio la atención que mencionemos como “inhumano” algo que está tan profundamente arraigado en nuestras idiosincrasias, en la región que sea, con los actores sociales culturalmente diferentes que estén involucrados. Pero la respuesta termina en definitiva siendo la misma, en una relación proporcional a la magnitud del problema en cuestión. Desde una guerra, hasta una confrontación ambiental local, leyes o derechos al margen por supuesto, lo importante es imponerse, sin importar muchas veces el costo, sobretodo de vidas humanas y sus deseos.
La gestión y quizás más correcto, la apropiación de los recursos naturales, territoriales, geopolíticos, ha sido casi siempre la base de nuestras confrontaciones como especie. La producción en escala y su posterior comercio jugaron un rol importante en bajar estas disputas, incorporando un concepto nuevo en su momento, el de la negociación comercial. Y sin duda hay sociedades más abiertas, más dispuestas, a estas negociaciones, que implican que unos producen y venden, y otros consumen y compran a un precio acordado. Pero luego fueron surgiendo otras variables y contextos (la temática ambiental y climática, por ejemplo) que fueron complicando la cosa y generando por supuesto rispideces y nuevamente confrontaciones. Los condicionantes para-arancelarios.
La Argentina, quizás por estar en una parte un poco excéntrica del mundo, está por ahora libre de grandes confrontaciones. Porque somos pocos, alejados geográficamente, con un contexto económico local poco atractivo por ahora para los negocios de largo plazo. Fundamentalmente porque hay aún muchos lugares más atractivos para invertir o poner el foco. Pero estas “ventajas geopolíticas” son sin duda nuestro principal problema y los que nos ha ido paulatinamente conduciendo a una bancarrota, económica, social y política, a pesar de ser un país inmensamente rico en recursos naturales que el mundo requiere. Increíble contradicción la nuestra, pero nosotros, sus habitantes, somos sin duda los responsables directos de esta difícil situación de la que nos está costando demasiado salir.
La histórica confrontación de posiciones alentadas por ese caudillismo telúrico que aún perdura, unitarios vs federales, peronistas vs radicales, izquierda vs derecha, ambientalistas vs productivistas, agricultura familiar vs agro-negocios, el campo vs lo urbano. Pareciera que la confrontación per se es más relevante que el motivo de dicha confrontación. La famosa “brecha” que nos separa, que mutila las iniciativas, como si estuviéramos en un campo de concentración virtual e imaginario que nos inmoviliza.
Nos gusta sentirnos mal, ser verdugos de nosotros mismos, impiadosos con los que piensan diferente. El “Debate Presidencial” es un buen ejemplo de ello, la confrontación por la confrontación misma, ¿y las ideas? las habrá? En otros espacios se habla del Diálogo, yo mismo hablo del diálogo. Pero quién está dispuesto a ejercitarlo con quien tiene puntos de vista diferentes a los nuestros? No nos ponemos de acuerdo en economía, ni en seguridad, ni en salud y educación, ¿ni en políticas de empleo…y en lo ambiental? Ni se lo menciona, aunque estuvo en el título del bloque respectivo del mencionado “Debate”. Más allá de manotazos sin convicción como, “ley de humedales ya” que vociferó una más convencida candidata, o “el cambio climático antropogénico no existe” que vociferó otro más fuerte, ¿o el impulso a las energías limpias y los biocombustibles que otros mencionaron… y los demás? Están para cosas más importantes, parece…
La realidad es que para salir del pozo en que estamos debemos practicar el diálogo, confiar en nuestras capacidades tecnológicas y humanas instaladas en los territorios, en reconocer que estamos muy lejos de las situaciones críticas planteadas a escala global entre producción y naturaleza, y que eso es nuestra gran virtud, lo que puede posicionar nuestras producciones en el mundo.
Un ejemplo pone de manifiesto nuestras discrepancias inconducentes. Para muchos argentinos Misiones es la tierra de la selva y de las Cataratas, pero también lo es de la producción forestal, de la yerba mate, del té y del tabaco. Todas debieron transformar la selva para abrirse paso en la espesura vegetal para lograr obtener el producto deseado. Pero de esa confrontación con lo natural también surge su protección, y así como hay muchas hectáreas en producción, también hay muchas hectáreas en conservación de la naturaleza. Sin embargo, para muchos argentinos Misiones es un ejemplo de transformación, de deforestación, de pérdida de especies. Pero si tomamos altura y miramos a Misiones desde un avión o desde un satélite podremos ver que es un ejemplo regional de conservación, cuando lo confrontamos a lo que han hecho Brasil o Paraguay con la “Mata Atlántica” o Selva Misionera como la denominamos nosotros. En definitiva, Misiones es un buen ejemplo de lo que ocurre en Argentina con otras eco regiones. Queda más del 50% de la selva original, no se han extinguido especies en tiempos históricos, y hay una voluntad creciente por articular acciones de conservación entre el Estado y los privados. No será el “pulmón del Mundo” como exageradamente lo consideró nuestro Presidente, pero sin duda es un ejemplo virtuoso para profundizar. Y que nos diferencia de lo que pasa en otras partes del mundo.
Tenemos que dejar de “cortarnos las venas”, de confrontar entre nosotros, sino practicar el poderoso potencial del diálogo y aprender a construir un país diferente, lejos de la beligerancia que hoy lamentablemente domina importantes espacios de nuestro planeta. Sepamos aprovechar esta virtud, que no será eterna.