A más de veinte días del inicio de la cuarentena, las imágenes satelitales analizadas en un monitoreo de Greenpeace muestran las diferencias en la concentración de gases que producen efecto invernadero: Dióxido de Carbono (CO2), Dióxido de Nitrógeno (NO2) y Dióxido de Azufre (SO2).
“En los estudios y registros científicos se pueden verificar cambios que percibimos con sólo abrir las ventanas; el aire huele diferente”, explica Leonel Mingo, del área de campañas de Greenpeace Andino.
Según describe Mingo, el dióxido de azufre “es un gas o líquido incoloro con un fuerte olor; está presente en el aire y viene de la actividad industrial y el uso de automóviles, se produce por la quema de combustibles como el carbón y el petróleo”. “Es en gran parte por este gas que las ciudades huelen mal. Al restringir la industria y la circulación vehicular, esta situación de aislamiento social obligatorio generó una baja en los niveles de estas emisiones”, señala.
“La quema de combustibles fósiles es responsable de estos gases; sólo podremos mantener este cambio en el aire de nuestras ciudades si producimos energías a partir de fuentes renovables, algo totalmente posible y conveniente para un país con potencial eólico y solar como la Argentina”, dijo Mingo.