En las últimas décadas, las mayores alteraciones en el medio ambiente han sido consecuencia del cambio climático, provocado por las crecientes cantidades de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por las actividades humanas, que a su vez ha afectado la salud de millones de personas.
Como consecuencia, las enfermedades tropicales e infecciosas –que se manifiestan principalmente en los lugares donde predominan los climas calientes y húmedos– como la malaria, chikungunya, leishmaniasis, fiebre amarilla, y las EDA (diarreicas agudas), entre otras, podrían incrementar debido al aumento de la variabilidad de las precipitaciones provocado por el calentamiento global. Es decir, y según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), el incremento de las sequías o inundaciones según las regiones, que pone en riesgo el suministro de agua potable.
En las zonas más vulnerables al cambio climático, como en los países de América Central, la escasez de agua obliga a las personas a afrontar desplazamientos y a transportar agua desde lugares alejados para almacenarla en sus casas. Esto, explica la OMS, puede incrementar el riesgo de contaminación del recurso, y servir de criadero de mosquitos que son vectores de enfermedades debilitantes y tropicales como elpaludismo y dengue.
Por otro lado, el ente indica que las inundaciones vinculadas a efectos del cambio climático, como la elevación del nivel del mar en zonas costeras o las lluvias intensas, también podrían incrementar el riesgo de infecciones transmitidas por el agua y vectores.
De acuerdo a Rubén Figueroa, representante del Ministerio de Salud de Perú ante la Comisión de Cambio Climático, quien fue consultado por ConexiónCOP, los países de América del Sur que tienen selva amazónica son los más afectados por enfermedades transmisibles.
“La malaria es un clásico ejemplo, pues en la región es una enfermedad amazónica por definición. En el Perú el 90% de los casos de malaria se producen en el departamento amazónico de Loreto, mientras que en la selva amazónica de Brasil se produce el 80% de esta enfermedad de toda Latinoamérica. Las zonas tropicales de América Central y el Caribe, son más afectadas por el dengue, fiebre de chikungunya e infección por el virus zika”, detalló.
Las personas más vulnerables al cambio climático son, en gran medida, aquellas que no cuentan con recursos económicos para hacer frente a los nuevos escenarios climáticos donde podría haber escasez de agua dulce. Según indica la OMS, en 2012, la carencia de agua ya afectaba a un 40% de la población mundial. La falta de este recurso y su mala calidad pueden poner en peligro la salud y la higiene, con el consiguiente aumento de enfermedades diarreicas (causa de la muerte de 2,2 millones de personas cada año).
En este sentido, Rosilena Lindo, jefa de la Unidad de Cambio Climático de la Autoridad Nacional de Ambiente en Panamá explicó, en diálogo con ConexiónCOP, que el cambio climático propicia un incremento en la morbilidad de enfermedades infecciosas y tropicales, que se desarrollan en zonas rurales, periurbanas y urbanas en donde se encuentran poblaciones con diferentes niveles de recurso económico.
“La capacidad de respuesta a las enfermedades infecciosas tiene una relación directa con la inversión pública en salud y el poder económico del individuo. La población pobre tiene menos opciones de acceso a la salud ya que no tiene cómo subvencionar una atención privada; esto generaría mayores repercusiones en este segmento de la población como mayores secuelas y en caso extremo y no deseado pérdidas de vida”, indicó.
“El acceso a agua potable es un derecho humano fundamental, por ello se deben de considerar políticas de crecimiento urbano sobre todo en América latina. También se deben de diseñar planes y programas para poblaciones rurales y pobres para reducir la vulnerabilidad al cambio climático”, acotó Figueroa, quien considera que la disponibilidad de agua es el principal determinante social de la salud.
También es necesario apuntar a la necesidad que existe en América latina de adaptarse al cambio climático y enfrentar los problemas de salud que conlleva. Por ejemplo, los países con escasez de agua pueden desarrollar planes y políticas que permitan aprovechar a gran escala el recurso con la construcción de reservorios para un uso múltiple durante el periodo de estación seca.
Otro punto importante es que la población debe de tener capacidad de respuesta rápida ante la emergencia de enfermedades. “Al fortalecer un modelo de gestión de la transversalidad para abordar el cambio climático, en la que la práctica científica interdisciplinaria nutra a la práctica política integradora, se podrán tomar decisiones que faciliten el proceso de adaptación a los nuevos escenarios climáticos”, concluye Rosilena Lindo.
Cambio climático y salud
Según la OMS, el cambio climático tiene como principales impactos directos en la salud:
- Muertes, lesiones y destrucciones de medios de subsistencia por los desastres naturales; y
- Enfermedades cardiacas y respiratorias provocadas por las variaciones extremas de temperaturas a corto plazo (olas de calor o frio).
Asimismo, entre sus consecuencias indirectas se incluyen:
- Malnutrición debido al impacto del cambio climático en la agricultura;
- Enfermedades por contaminación del agua y transmisión por vectores;
- Incremento del asma por cambios en la distribución estacional de partículas aéreas naturales como el polen; y
- Conflictos por desplazamiento de poblaciones como consecuencia de desastres naturales, elevación del nivel del mar o estrés hídrico; entre otros.