Por Alejandro Sturniolo, Director de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso del Agua (ALADyR).
Cada año se lanzan al mar, ríos y lagunas ocho millones de toneladas de plásticos que al degradarse se convierten en micropartículas. La acción del agua, los microorganismos y la luz solar van degradando el plástico hasta reducirlo a pequeñas partículas de unas pocas micras de longitud (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro). Pero no imaginemos que inundamos el océano solo de botellas plásticas y son el gran culpable de este problema, ya que mas del 35% de este aporte se debe al desprendimiento de fibras sintéticas de la ropa, mayormente producidas en el proceso de lavado y un 28% al desgaste de los neumáticos de los automóviles, además del polvo de las ciudades, pinturas, productos de cuidado personal y pellets de plástico. Al ser casi indestructible, ya que no se biodegrada o descompone, cada vez se transforma en partículas más pequeñas, pero nunca llega a desaparecer. A este ritmo, en el año 2050 habrá mayor volumen de plástico que de peces en el mar, según la Fundación Ellen MacArthur.
Un estudio reciente presentado en un congreso de gastroenterología celebrado en Viena, Austria, en noviembre del 2018, mostró que las heces de personas de países tan distantes y distintos como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón contenían partículas de una decena de plásticos diferentes. De los diez plásticos buscados, encontraron nueve de ellos. Los más comunes fueron el propileno, básico en los envases de leches y jugos, y el PET, del que están hechas la mayoría de las botellas de plástico. La longitud de las partículas oscilaba entre las 50 y las 500 micras. Y, en promedio, los investigadores encontraron 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal.
¿Por qué deberíamos preocuparnos? Se ha demostrado que los microplásticos absorben productos químicos tóxicos relacionados con el cáncer (como el caso de las sustancias perfluoroalquiladas) y otras enfermedades pudiendo ser liberados al ingresar a nuestro cuerpo. En esta nueva era de los contaminantes emergentes se estima que un bebé recién nacido ha sido expuesto a más de 300 productos químicos sintéticos.
Es probable que nuestro cuerpo elimine algunos microplásticos a través de la orina, la bilis, las heces y otras funciones corporales. Sin embargo, algunas investigaciones en animales han demostrado que es posible que algunos plásticos pasen de las vías respiratorias o del tracto gastrointestinal a la sangre o al sistema linfático, propagándose y acumulándose en otros órganos. Si un plástico puede hacer este viaje probablemente depende de su tamaño, forma, tipo y una miríada de otras características. Una vez incrustados, estos plásticos podrían causar inflamación o lixiviación de productos químicos.
Si bien podemos minimizar el efecto que provocan los microplásticos en el medio ambiente, mejorando la gestión de los residuos y minimizando los plásticos de un solo uso, no lograremos reemplazar estos materiales en el corto plazo tan fácilmente. Según estudios en los EE.UU el 94% del plástico que ingerimos proviene del agua potable o de envasada, por lo que debemos poner foco en los tratamientos de agua. Un estudio de la Universidad del Estado de Nueva York realizado en 9 países detecta partículas de microplástico en el 93% de las botellas de agua mineral analizadas.
El mayor problema que encontramos es que las plantas de agua potable convencionales con las que hoy cuentan la mayoría de los países, ya sea de sedimentación o bien los filtros de gravedad (grandes piletas que generalmente vemos a la entrada a las ciudades), dejan pasar una gran parte de este tipo de contaminantes, entre otros contaminantes emergentes como antibióticos, hormonas y viagra, por solo mencionar algunos.
Actualmente, existen tecnologías de potabilización como la ultrafiltración, que pueden retener partículas del tamaño del micrón (hasta 0,01 micrones), incluso coagular y remover arsénico, un gran problema en nuestro país y en todo el mundo. Compañías como Dupont (USA), LG (Corea del Sur) y Toray (Japón) han desarrollado la tecnología exitosamente. Su costo de inversión es similar al de las plantas convencionales y el costo de operación mucho menor, debido al menor consumo de químicos. Sin ir al primer mundo, nuestro país vecino, Brasil, ha estandarizado esta tecnología para el tratamiento de agua potable, y hoy ciudades como Brasilia y San Pablo cuentan con esta seguridad, además de la remoción de virus y bacterias. En Argentina existen suficientes instalaciones industriales desde hace más de 10 años, y por conocimiento de ALADyR (Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua), solo la instalada en Aguas de Jujuy Sociedad del Estado es para producción de agua potable municipal.
Según un estudio solicitado por la Organización Mundial de Conservación (WWF por sus siglas en inglés), realizado por la Universidad de Newcastle, Australia, y que Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) presentó en el país, sugiere que las personas están consumiendo alrededor de 2.000 pequeñas piezas de plástico cada semana. Eso es aproximadamente 21 gramos al mes, y alrededor de 250 gramos al año. Ya estamos atravesando la crisis del plástico, tenemos herramientas y tecnología para neutralizar su efecto e impedir que siga avanzando, pero es un compromiso que debemos asumir todos con conciencia y conocimiento.