Por: Jesica Ledesma, Eduardo Ottaviani y Gabriel Burgueño – Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales de UADE.
La sustentabilidad en tiempos de pandemia ha cobrado otros valores con la observación de animales fuera de su entorno frecuente, el aire más respirable, aguas más puras y menor consumo. Hemos comprobado que cuando el ser humano deja de moverse y reduce al mínimo su actividad deja de contaminar. Sin embargo, aunque muchos de estos procesos nos sensibilizan, habrá que trabajar para mantenerlos y realizar un real aprendizaje luego del confinamiento.
Luego de la pandemia del COVID 19 el mundo ya no será el mismo. El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio puso en evidencia, en estos días, la necesidad del ser humano como ser social de estar con sus pares, sus amigos, compartir reuniones, visitar a sus familiares. Y surge también una imperiosa necesidad de los ciudadanos de salir a caminar, a tomar sol, recorrer un parque, jugar en una plaza, todas actividades vedadas en pos de cuidar nuestra salud.
Las ciudades son los lugares antropizados por excelencia. La negación al uso de los espacios verdes públicos por el aislamiento obligatorio ha demostrado también la importancia que tienen estos lugares para las personas que viven en las grandes urbes. Son una necesidad básica para el esparcimiento, la recreación y la restauración emocional. Espacios que nos complementan el contacto con la naturaleza que tanto escasea en las grandes ciudades. Necesidad que nos demuestra que, por ser seres sociales, nunca dejamos de ser naturales. Pensar barrios y ciudades con más espacios verdes, como los “viejos” reformadores higienistas, es una idea que aún no perdió vigencia. Le sumamos a esta concepción, en la nueva normalidad post pandemia, un mayor cuidado para el ambiente.
No debemos esperar una nueva pandemia para que los salvajes de la naturaleza se acerquen a nuestras urbes. ¿Por qué girar en una discusión continua entre lo artificial y lo natural?. Desde el diseño del paisaje podemos proyectar espacios en los que se pueda acercar la naturaleza a la ciudad, y no sólo acercarse sino ser parte. Esto último implica dejar de diseñar paisajes desde una mirada tradicional y meramente estética, y comenzar a pensar el paisaje como espacio superador de dicotomías. Como un espacio que da respuestas a las necesidades sociales, pero sin descuidar el ambiente. Un paisaje que debe ser pensado desde una mirada integradora con el ambiente, de manejo armónico, con especies nativas que requieran menos energía para su subsistencia, que integre la fauna del lugar como partícipe esencial. Estructuras de espacios verdes que se planifiquen en la ciudad como cualquier otra infraestructura. Espacios verdes más sustentables, con menor costo de mantenimiento, que promuevan la biodiversidad. Todos estos conceptos, que, en parte, están de moda, hay que comprenderlos en profundidad para aplicarlos a la planificación y el diseño de los espacios verdes urbanos.
Como disciplina holística que es el diseño de paisaje y en este escenario, promovemos todos estos saberes en nuestros talleres de diseño en los que esperamos formar futuros profesionales con esa mirada integral de los espacios verdes, para ser mejores arquitectos, urbanistas y diseñadores. La mirada de la naturaleza, de la sustentabilidad, de amigarnos con el ambiente, debe estar presente en la formación de futuros profesionales, ya que la ciudad es una sola y el trabajo de diseñar y planificar espacios para habitar requiere de herramientas para planificar. Es frecuente que los saberes de estas disciplinas se desplieguen en equipos de interdisciplina, donde cada vez más variedad de títulos aporta a entender la complejidad del entorno.
Es nuestro trabajo -como docentes e investigadores de la disciplina de planificación del paisaje- reflexionamos sobre la enseñanza de la temática, a manera de sendero para sensibilizar a futuros arquitectos, con la hipótesis de compartir aspectos de actualidad sobre el territorio para enfocar herramientas que hacen al entorno del proyecto y con la finalidad de complementar la mirada del urbanismo que se enseña.
El oficio de planificar el paisaje, se vincula con la expresión del diseño, de representación y espacialidad (incluidos forma, textura y color), pero también toma ideas de la ecología (ambiente, vegetación, relieve, suelos, fauna, aire, cursos de agua, riberas) y la integra con otras de carácter social (percepción, valoración, usuarios, identidad, equidad). De ese modo, desde la geografía se reflexiona sobre el paisaje y una idea brillante es la de Theatrum mundi, de Saskia Sassen y Richard Sennett entre otros que plantean el espacio urbano como un escenario donde cada uno ejerce su papel. Nosotros aplicamos y recomendamos este juego de realidad/ficción para que se retome en el aula, luego de leer estos autores y ejercitar con trabajos prácticos en proyectos de espacios reales. Enfocar casos reales, recorrer la ciudad y su marco natural, diagnosticar piezas urbanas, dibujar, fotografiar, interpretar, escribir, escuchar, emocionarse, plantearse metas, son algunos de los verbos que le imprimimos a la enseñanza para lograr puentes de diálogo entre los conocimientos y el alumno.
Es importante reflexionar sobre los parques, plazas y paseos y cómo se valorizan en cuanto a sus potencialidades ambientales, de recreación y de encuentro en este contexto. A su vez se ponen sobre la mesa, en el escenario actual, cómo al montar unidades de atención en espacios colindantes a hospitales para atender la pandemia, o los controles de mosquitos frente al dengue y las plazas cerradas y vacías, el foco pasa a otra órbita y la percepción de los espacios verdes con céspedes, praderas, canteros o estanques cobran otras dimensiones. Estos temas emergentes sirven para leer la realidad con ojos contemporáneos y entender que recetas de momentos canónicos brindan solo recetas poco aplicables y en algunos casos anacrónicas.
De este modo, con la incorporación de temas variados que van desde historia del paisaje, forma, espacialidad, hasta vegetación, ambiente y relieve natural, se enfocan desafíos de diferentes escalas en los que la sustentabilidad es eje del enfoque para resolverlos. El paisaje se construye con el tiempo, con mucho tiempo, y se destruye muy rápidamente. Sembramos hoy estas nuevas miradas en los estudiantes y profesionales que trabajan en las ciudades, a la espera de cosechar en un presente cercano y un futuro no tan lejano, nuevos paisajes.
Paisajes donde ser humano, naturaleza y ciudad puedan vivir en un diálogo más cercano al equilibrio. Donde la naturaleza pueda estar más presente todos los días, en las acciones cotidianas. En esos momentos en los que añoramos caminar al aire libre, tomar sol, encontrarnos en una plaza con amigos, o simplemente estar afuera. Donde no tengamos que esperar una pandemia para ver cómo la naturaleza avanza sobre ciudades vacías, donde el hombre está ausente. Ciudades donde podamos disfrutar de paisajes amigables con el ambiente, donde la naturaleza esté presente todos los días en nuestras vidas, aún cuando no estemos ausentes.
Y nos preguntamos entonces, los espacios verdes públicos, ¿serán los mismos?
Muchas de estas actividades transcurren en los espacios verdes urbanos. El hecho de estar negados en esta circunstancia excepcional, los ha jerarquizados como necesidad vital para la salud psíquica y emocional de los ciudadanos.
Además, en relación al paisaje, por la imposibilidad de disfrute de los espacios verdes durante el confinamiento, los parques, plazas, paseos y hasta la propia calle toman otros sentidos y por medio de la añoranza de lo inaccesible se han jerarquizado.
Queda mucho por hacer. No todas las carreras de arquitectura del país cuentan con esta asignatura obligatoria en la formación, por lo que sumarla a otros planes e incorporar esta visión abriría un debate más plural sobre la visión del arquitecto y urbanista.