Por Lourdes Annabel López – Miembro del Área de Prensa en el Centro de Desarrollo Sustentable GEO de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires
Ya son más de 500 mil las hectáreas afectadas por las llamas en la zona del litoral argentino. En Misiones, y con mayor intensidad en Corrientes, el ritmo de incendios no parece disminuir y, como si fuera poco, las lluvias están lejos de hacerse presentes. Pérdidas millonarias, hectáreas devastadas y humo que nubla la visión, no solo del presente, sino también del futuro.
Desde que comenzó el 2022 Argentina enfrenta una seguidilla de incendios forestales que parecen no tener fin. Solo en la última semana, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) reveló que alrededor de 20 mil hectáreas por día fueron destruidas por el fuego en nuestro país. En tal contexto, parece difícil pensar que las estrategias actuales de combate sean suficientes para aminorar las llamas y sus consecuencias. Vale preguntarse entonces, ¿qué hacer cuando la prevención sigue sin ocupar un lugar central en las políticas públicas ambientales?
En Argentina, el fuego se combate esencialmente de dos maneras: con recursos humanos e hídricos una vez iniciadas las llamas, y también mediante penalizaciones para los involucrados en la provocación de los incendios. A la vista está, que ninguna de las dos estrategias termina siendo suficiente para combatir un problema que condiciona gravemente al ambiente y, en consecuencia, a toda la rueda económica.
Consecuencias devastadoras
Uno de los graves problemas que acarrea esta situación ambiental es que los grandes centros urbanos no atienden a sus consecuencias hasta que afecta el abastecimiento. Yerba mate y té son cultivos preponderantes en la región litoraleña, y casualmente dos de los productos de mayor consumo en el país. Cítricos, arrozales y forestación son otras de las áreas afectadas. Como resultado, las consecuencias de los incendios en poco tiempo se harán sentir en las góndolas.
Y, aún a pesar de la urgencia e importancia del problema, nuevas estrategias y soluciones no están a la vista. Si bien las provincias luchan contra los focos activos mientras que el Estado Nacional provee recursos para ello, nos preguntamos, ¿no sería más productivo articular estrategias integrales y colectivas que trabajen sobre la prevención y el combate contra el cambio climático?
Porque, además de atender los focos activos, también hay que considerar de manera urgente sus causas. De acuerdo con el INTA, las condiciones naturales son determinantes y actualmente más del 95% de incendios son provocados por la actividad humana. La sequía generalizada, las altas temperaturas y el viento son factores decisivos para la propagación de las llamas en las zonas de riesgo del país.
Focos activos, falta de lluvia y pérdidas millonarias
Uno de los últimos reportes diarios emitido el Servicio Nacional de Manejo del Fuego informó que hay 5 focos activos en las provincias de Misiones, Corrientes, Río Negro, Formosa y Chubut. A nivel mundial, se considera a esta problemática como una de las consecuencias directas del cambio climático, con antecedentes desastrosos que datan del 2019 y consumieron 300 mil hectáreas en Brasil y un quinto de los bosques nativos de Australia.
La situación de los Esteros del Iberá no deja de preocupar a las autoridades provinciales de Corrientes. El turismo como actividad económica sufriría graves pérdidas con la devastación de sus paisajes naturales, sin mencionar la disminución de flora y fauna nativa que allí habita. En adición a esto, la zona de Portal Galarza, actual reserva provincial de Corrientes, también quedó comprometida luego de que se consumiera bajo las llamas. De esta manera, ya son 5 los portales cerrados por tiempo indeterminado para el acceso de turistas.
Soluciones integrales y libres de humo
En este contexto, queda por saber cuánto tiempo e inversión monetaria conllevará el proceso de recuperación de todo lo perdido. Un informe preliminar que elaboró la Sociedad Rural Argentina indica que harán falta al menos 1.500 millones de pesos para recomponer la plantación forestal quemada por el fuego. La inversión y colaboración conjunta serán imperantes durante este proceso.
Solo queda por remarcar que el cambio climático no es algo abstracto y lejano que podría afectar el futuro. Por el contrario, es el presente, y sus consecuencias materiales afectan la vida de ecosistemas enteros. La batalla contra este no puede constituirse de esfuerzos aislados y esporádicos. Toda la rueda productiva debe ser considerada, y las ideas orientadas hacia soluciones deben incluir a todas las áreas del Estado. Fortalecer el trabajo articulado y la prevención son acciones fundamentales para disminuir los incendios en el futuro.