De diseño casi esquemático comparado con los molinos de viento tradicionales, las turbinas actuales se distribuyen en parques y cuentan en Holanda con un territorio ideal: llano y ventoso.
Con unos 2.000 ejemplares ya instalados, los ferrocarriles nacionales, que se encuentran reunidos en una asociación denominada VIVENS, se han sumado a esta fuente energética sostenible. Desde el mes de enero todos los trenes circulan gracias a ella y efectúan a diario 1,2 millones de viajes transportando a unas 600.000 personas sin dejar rastro de dióxido de carbono (COP2) en el trayecto.
Mientras que el kilometraje cubierto por los trenes holandeses necesita 1.400 millones de kilovatios-hora anuales, un molino de viento da una media de 7.500.000 kilovatios-hora anuales, y una hora en marcha sirve para cargar un recorrido de tren de unos 200 kilómetros.
“Firmamos un contrato por una década y somos el primer país del mundo en lograrlo con ayuda de nuestros parques eólicos y también de otros instalados en el extranjero”, declaró Roger van Boxtel, actual director ejecutivo de Ferrocarriles Holandeses (NS), el principal operador del ramo en el país.