Por Pablo Gago – Director de Futuro Sustentable
Bajo el lema de este año, “Valorar el agua”, la ONU festejó el pasado 22 de marzo el Día Mundial del Agua, jornada que constituye uno de los principales vehículos que las Naciones Unidas utiliza para fomentar una mayor toma de consciencia a nivel global sobre crisis mundial del agua, además de promover lineamientos de atención y acción política en ese sentido.
De acuerdo con la definición de las Naciones Unidas, los objetivos de la fecha conmemorativa se vinculan con “motivar que las personas se conviertan en agentes activos del desarrollo sostenible y equitativo, y fomentar la cooperación, la cual garantizará que todas las naciones y personas disfruten de un futuro más próspero y acceso a agua segura”.
Sin embargo, los números no dicen lo mismo, según informa las Naciones Unidas, más de 2200 millones de personas viven en países que sufren estrés hídrico y hay casi 3000 millones de personas sin acceso a agua potable. Quiere decir que 1 de cada 3 personas viven sin agua potable, y que desde la aparición del COVID-19 no han tenido ni tienen acceso a higienizar correctamente sus manos para prevenir en tiempos de pandemia.
Resulta innegable que estamos viviendo una época conflictiva, en la que los mayores problemas referidos al agua se encuentran lejos de ser resueltos. Por el contrario, para 2040, se proyecta un aumento de la demanda mundial de energía en más del 25% y que la de agua se incremente más del 50%.
Entonces el gran desafío es generar un impacto colectivo, en donde las empresas y organizaciones en conjunto deben pensar proyectos a largo plazo, a través de la implementación y progreso global respecto de las metas para el ODS 6 “Agua y saneamiento para todos antes de 2030”
Pero no menos cierto es que el poder de realizar estos cambios tan trascendentes debe contar con el compromiso, diseño y gestión de políticas publicas.