Por: Alejandro D. Brown, Presidente Fundación ProYungas
Cuando en 1580 Juan de Garay fundó por segunda vez lo que sería la ciudad de Buenos Aires, esta inmensidad de pastizales pampeanos estaba habitada por el yaguareté, una variedad de mayor tamaño que el que actualmente habita en los bosques del norte argentino. La otrora amplia distribución de este felino, el más grande de América, abarcaba gran parte del actual territorio argentino al norte del Río Colorado. Justamente “El Tigre” muy cerca de Nordelta nos recuerda en su toponimia esta otrora presencia. Al tigre o yaguareté le encantan los carpinchos(al igual que a mucha gente rural), y no es extraño que la distribución “natural” de ambas especies coincida en gran medida.
Obviamente a nadie se le ocurriría que debemos abandonar todas las ciudades del norte para “devolverles” el territorio a tantas especies que se han visto reducidas en su distribución geográfica por culpa o a consecuencia de los humanos.
Todas nuestras infraestructuras se asientan por primera vez en terrenos silvestres que se van “domesticando” con el paso del tiempo. Todas nuestras ciudades tienen interfaces (ecotonos en la jerga ecológica) en su periferia, en sus cordones periurbanos, con espacios silvestres, que poco a poco con el agrandamiento de las ciudades (en Argentina el 95% de su población vive en ciudades) se van colonizando.
Por ello no es raro, ni poco frecuente que especies silvestres se vayan “acostumbrando” a la presencia humana generando en algunas oportunidades situaciones conflictivas normalmente resueltas a favor de los humanos.
Los carpinchos conservan aún una amplia distribución en Argentina, habitando prácticamente en todas las provincias del norte del país y de la Mesopotamia incluyendo por supuesto a la Provincia de Buenos Aires hasta bastante al sur de la misma. Pero no son muy visibles porque son muy perseguidos por su carne y cuero y sin duda han encontrado en Nordelta, como en otros countries un refugio para vivir en paz. Un lugar con buena oferta de pastos tiernos, abundante agua y humanos amigables que no piensan en hacerles daño, porque tienen mejores y más accesibles recursos alimentarios en los súper y shoopings de la zona. En la Provincia de Tucumán donde vivo seguramente eran abundantes 100 años atrás, pero ahora no queda ni uno, tampoco no hay más tapires, pecaríes labiados y por supuesto tampoco el tigre o yaguareté.
Por eso el caso de Nordelta es un buen ejemplo de coexistencia positiva entre humanos y animales silvestres que idealmente debiéramos copiar, pero que sin duda se debe aprender a manejar para evitar las situaciones inadmisibles que hicieron en el pasado desaparecer muchas especies del entorno humano. Hoy nuestra especie pone muchas de las reglas de coexistencia con la naturaleza y una de ella debiera apuntar a maximizar nuestro vínculo cotidiano con la biodiversidad sin sacrificar muchas de nuestras necesidades de confort cotidianas.
El futuro nos reclama una relación más armónica con la naturaleza, una coexistencia de beneficio mutuo como parte de la misma, mientras otros componentes se mantengan a resguardo (como el tigre) en las áreas protegidas donde puedan seguir predando a la fauna silvestre, entre ellos a los carpinchos.