Daiana Capdevila, del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET-Fundación Instituto Leloir), diseñó un sensor que funciona aislando las proteínas de las bacterias, y mezclandolas con un reactivo para que den una señal verde si el agua está contaminada. El objetivo del proyecto es complementar los datos con los obtenidos en las estaciones de monitoreo de agua que funcionan en ACUMAR.
Con estos sensores biológicos, en media hora, se puede tener la capacidad de teñir el agua de color verde, y dar una alerta para saber si el agua es apta para consumo humano o está contaminada con metales pesados como plomo, cadmio, zinc, cobre o níquel.
La ciencia aplicada al Riachuelo, cuando Capdevila volvió hace poco tiempo a la Ciudad de Buenos Aires, empezó a trabajar en la parte práctica de su sensor y se puso en contacto con ACUMAR.
Daiana Capdevila explicó que venían trabajando en las proteínas que forman parte del sensor de Rosalind durante gran parte en el posdoctorado que realizó en Estados Unidos. “En el tercer año del post doctorado, trabajaba más en la parte biomédica, en tratar de entender cómo estas proteínas ayudan a las bacterias a sobrevivir a condiciones de estrés, nada que ver con los contaminantes en agua. Esas proteínas resultaron específicas para poder distinguir un contaminante de otro. Entonces empecé a pensar cómo podía servir y qué uso le podía dar”, detalló.
Cuando volvió en 2019, a Argentina y empezó a trabajar en conjunto con personas que trataban de optimizar el sensor en aguas superficiales. Allí comenzó en ver como lo podía aplicar en el saneamiento del Riachuelo. Fue así que se puso en contacto con ACUMAR, que justo quería contribuir con proyectos de desarrollo. Capdevila comentó que “De entrada, fue claro que la limitante era poder reconciliar las mediciones que había hecho en EEUU y las que se podían hacer acá con sus complejidades. En medio de un año de pandemia todavía no pudimos empezar a medir, pero, pienso que esta tecnología puede ayudar a avanzar con los distintos objetivos de ACUMAR”.
Luego agregó que “En primer lugar, poder medir con nuestros sensores el agua de la Cuenca, tanto el agua superficial como de consumo y ver cuáles son las interferencias. A mediano plazo, pensar cómo va a ser la validación de los sensores y avanzar con sensores nuevos. Podemos cambiar una proteína por otra y usar la misma tecnología para medir otro contaminante. Vamos a empezar con plomo y seguir con arsénico”.
En ACUMAR, se creó la Coordinación de Ciencia y Tecnología, con el objetivo de potenciar la relación del organismo con el conocimiento. Su rol natural como organismo de gestión, nos hace olvidar que la complejidad de la Cuenca Matanza Riachuelo y su saneamiento, pone en juego conocimientos de diversa índole y nivel.
La gestión integral del saneamiento de la Cuenca implica conocimientos técnicos, profesionales, tecnológicos y científicos que se aplican en esta nueva coordinación.