Una coalición de organizaciones ambientalistas argentinas lanzó la campaña ConservAR 30×30, cuyo objetivo es concientizar sobre la necesidad de preservar el 30% de la tierra y el océano del planeta para 2030, y así frenar la pérdida de biodiversidad, capturar carbono, evitar futuras pandemias y fortalecer el crecimiento económico.
Hasta ahora, 85 países se han unido a la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas, una iniciativa intergubernamental lanzada por Costa Rica para impulsar esta propuesta, con el fin de formalizarla a través de la firma de un acuerdo mundial histórico este año. De la región, se unieron Chile, Colombia y Perú, y otros países.
Los recientes incendios en la provincia de Corrientes activaron la alarma para redoblar los esfuerzos hechos. Frente a los objetivos propuestos por la campaña ConservAR 30×30, lograr la meta establecida representaría una victoria para la conservación de los bosques y selvas, las áreas reproductivas de especies valiosas, endémicas o amenazadas, el desarrollo turístico y la reactivación de la economía nacional e internacional.
Se trata de una oportunidad única para reconstruir la base del desarrollo argentino y, a la vez, reconocer el derecho de las comunidades aborígenes a convivir con ecosistemas silvestres. La protección formal de esas áreas naturales representa una oportunidad para saldar deudas con esas sociedades.
“Nuestro país cuenta con unas 500 áreas naturales protegidas que representan un 15% del territorio nacional continental y apenas un 7% de la plataforma submarina. Por eso es necesario crear otras más, para que nos aproximen no solo a ese anhelo mundial, sino para hacer pie con nuestra economía y comenzar a motorizar un desarrollo sostenible de verdad”, afirmó Hernán Casañas, director ejecutivo de Aves Argentinas.
Por su parte, Adrián Giacchino, presidente de la Fundación Azara, señaló: “Esta campaña nos da la oportunidad de ratificar que dependemos de la conservación de los ecosistemas silvestres. Son ellos los que producen los suelos fértiles para nuestros cultivos, el agua potable que tomamos, el aire puro que respiramos y otras condiciones necesarias para todas las formas de vida. Por eso su protección debe ser parte de una política de Estado. Su valor es estratégico”.