La salida del mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero del Acuerdo de París no altera el compromiso de la comunidad internacional frente a la crisis climática. A pesar de las consecuencias que esta decisión puede tener sobre temas centrales como financiamiento, adaptación y transición energética, el resto de los países, en alianza con los gobiernos locales y la sociedad civil, deben profundizar sus acciones climáticas en busca de un futuro más sostenible y resiliente sostienen desde la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).
El pasado 20 de enero de 2025, Donald Trump asumió nuevamente como presidente de los Estados Unidos, y una de sus primeras medidas fue anunciar la retirada del país del Acuerdo de París. Este movimiento, que marca un significativo retroceso en la acción climática global, fue formalizado mediante la firma de la orden ejecutiva “Putting America First In International Environmental Agreements”.
Según lo estipulado en el artículo 28 del Acuerdo, la retirada efectiva ocurrirá un año después de la notificación formal a Naciones Unidas, proceso que ya se ha iniciado. En tanto, Estados Unidos continuará participando en negociaciones internacionales durante este periodo, incluyendo la COP30, que se celebrará en noviembre de 2025 en Belém, Brasil. Este contexto presenta tanto retos como oportunidades, ya que la presencia estadounidense podría obstaculizar avances significativos o, por el contrario, motivar un liderazgo más firme por parte de la comunidad internacional.
Especialistas de FARN señalan que la decisión de Trump subraya una preocupante falta de liderazgo climático por parte del mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero, especialmente en un momento crítico para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C. Esta medida también podría generar tensiones diplomáticas con otras potencias comprometidas con una mayor ambición climática y afectar de manera desproporcionada a los países del Sur Global, quienes enfrentan los impactos más severos del cambio climático.
Además, la Casa Blanca anunció una serie de acciones complementarias, como la agilización de permisos para proyectos energéticos y el fin de arrendamientos para parques eólicos, bajo el pretexto de una “emergencia energética”. Estas decisiones priorizan un modelo de desarrollo hiperconsumista que exacerba las desigualdades sociales y los efectos del cambio climático, tanto a nivel nacional como global.
Aunque Estados Unidos no abandonará la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), su retiro del Acuerdo de París limitará su influencia en decisiones cruciales relacionadas con financiamiento climático, mercados de carbono y la transición hacia energías limpias. Este alejamiento también implica el cese de contribuciones financieras internacionales, un golpe significativo tras el acuerdo alcanzado en la COP29 para movilizar al menos 300 mil millones de dólares anuales hasta 2035 en apoyo a países en desarrollo.
Pese a este revés, la comunidad internacional sigue firme en sus compromisos climáticos. Actores subnacionales y coaliciones dentro de Estados Unidos, como la US Climate Alliance, continúan trabajando para mantener los objetivos del Acuerdo de París. Este liderazgo descentralizado demuestra que la acción climática no depende exclusivamente de los gobiernos federales.
La retirada de Estados Unidos plantea un desafío significativo para la acción climática global, pero también subraya la urgencia de reforzar las alianzas internacionales y de promover un liderazgo colectivo para enfrentar la crisis climática. En un contexto donde las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes, el compromiso global es más crucial que nunca.