Por Ing. María José Sánchez Monge
Esta semana ocurrió algo histórico de cual todos seguramente estamos al tanto, el petróleo quedo en negativo, bajando su cotización 110% en un día.
Un efecto más de esta pandemia, que también se registra como la cuarentena más masiva y global de la historia. El mundo quedo inundado de petróleo y sin capacidad de almacenamiento, lo que llevo a los productores prácticamente a pagar a los compradores para que se lo quiten de la manos.
Y de repente, la crisis del petróleo, esta vez no estuvo regida por la disponibilidad en campo, decisiones de la OPEP o las condiciones financieras de Wall Street e ingreso otra variable en las cuentas financieras: la ambiental.
En la economía, se habla de cisne negro cuando se trata de una idea con quien nadie contaba; surge la historia de cuando los europeos llegaron a Australia y se dieron cuenta que había una especie de cisnes negros. Por lo tanto, análogamente, la teoría del cisne negro nos dice “lo más seguro es no dar nada por sentado” describiendo eventos adversos fuera del alcance de las expectativas habituales con una amplia gama o Impactos extremos.
Por esta razón, el Banco de Pagos Internacionales BPI (a menudo descrito como el banco central para los bancos centrales) adaptó el concepto de “cisne negro” incorporando una nueva visión que llamaron el “cisne verde”
El cisne verde nos advierte que las próximas crisis financieras se verán regidas por la crisis ambiental.
A pesar de mucha incredulidad al respecto, la situación actual creo que es el claro ejemplo de como una crisis ambiental puede generar un efecto en cascada con un impacto directo en el crecimiento económico de un país, así como en la salud financiera de las empresas e instituciones financieras. Dado que su influencia se define por alcances masivos y la no selectividad de sus afectados, y quedan poco custodiadas las economías “fuertes”, bajo eventos con esta complejidad.
¿Estamos preparados para asumir los riesgos reales del cambio climático? ¿Los modelos económicos pueden servir para los costos que impondrá la naturaleza en los próximos años?
Frente a estos nuevos desafíos, desde hace un tiempo se abrió un nuevo panorama de “Inversiones Responsables” donde los bancos centrales e inversores ya contribuyen al esfuerzo al monitorear los riesgos relacionados con el clima a través de pruebas de estrés, incorporando criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), e impulsando economías bajas en carbono.
Sin embargo, es claro que estamos en el inicio de una nueva forma de economía, entendiendo que cotizara, más que nunca, el respetar la interdependencia natural e intrínseca del humano con su ambiente.
Y asi, en un mundo que se despierta día a día con nuevas reglas de juego, considero que lo histórico en el día de ayer estuvo también marcado por ver como el cisne negro de la economía se tiño de verde.