Donald J. Trump asume la presidencia de los Estados Unidos por segunda vez. Su regreso a la Casa Blanca marca un nuevo desafío para los esfuerzos globales de lucha contra el cambio climático. Mientras el mundo enfrenta las consecuencias cada vez más evidentes de este fenómeno, como los incendios forestales que azotan California, Trump mantiene su postura negacionista y su firme apoyo a los combustibles fósiles.
Entre sus primeras acciones se espera la derogación de importantes medidas implementadas por su predecesor, Joe Biden, como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) y la Ley Bipartidista de Infraestructuras (IIJA). Estas normativas han sido clave para financiar proyectos de energía limpia y generar miles de empleos verdes. La reversión de estas políticas no solo pondrá en riesgo el progreso ambiental del país, sino también el desarrollo de tecnologías sostenibles y la competitividad de Estados Unidos en el mercado global de energías renovables.
Trump también planea declarar una “emergencia energética” que podría desatar una expansión masiva en la producción de petróleo y gas. Esto incluiría la eliminación de restricciones a la perforación en alta mar y el impulso a las exportaciones de gas natural licuado (GNL). Estas medidas fortalecerán la dependencia del país a los combustibles fósiles y aumentarán las emisiones de gases de efecto invernadero, alejando a Estados Unidos de los compromisos climáticos globales.
El posible retiro del Acuerdo de París y sus implicaciones
Trump podría también retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, un movimiento que ya realizó durante su primer mandato. Este retroceso sería un duro golpe para los esfuerzos internacionales por limitar el calentamiento global a 1.5 °C. Además, sus políticas proteccionistas, como la aplicación de aranceles más altos a las importaciones chinas, podrían impactar negativamente en la industria de energías limpias, dado que muchos componentes esenciales provienen del gigante asiático.
El gabinete de Trump está compuesto por figuras estrechamente vinculadas a la industria de los combustibles fósiles. Entre ellos destacan Lee Zeldin en la Agencia de Protección Medioambiental, Doug Burgum en el Departamento del Interior y Chris Wright en el Departamento de Energía. Estas designaciones refuerzan la preocupación de que las prioridades del gobierno estarán alineadas con los intereses de la industria petrolera y gasífera, dejando de lado la protección del medio ambiente.
Resistencia climática desde las bases
A pesar de la falta de apoyo federal, ciudades, estados y empresas han demostrado su compromiso con la acción climática. Estas iniciativas locales podrían mantener en marcha proyectos clave para reducir las emisiones y avanzar hacia una transición energética. De hecho, expertos predicen que, gracias a estos esfuerzos, Estados Unidos podría lograr una reducción significativa de emisiones para 2035.
El segundo mandato de Trump plantea serias dudas sobre el futuro del liderazgo de Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático. En un contexto de eventos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, la falta de acción podría exacerbar los impactos climáticos y afectar a millones de personas, tanto en el país como en el resto del mundo.
La comunidad internacional y los actores locales dentro de Estados Unidos enfrentarán el reto de contrarrestar estas políticas y mantener el rumbo hacia un futuro más sostenible.