Poblaciones de árboles que se “dispersan” o repliegan, ranas que se desplazan hacia el sur, polinizadores que “cambian” de rumbo, mosquitos vectores de enfermedades que se expanden a altas latitudes, animales que comienzan a ascender hacia las altas montañas y otros que comienzan a extinguirse son solo algunas de las innumerables consecuencias del cambio climático provocado por las actividades humanas.
Ahora, un equipo internacional de científicos, del que participa una argentina, desarrolló un modelo que permitirá mejorar el monitoreo, predicción y planificación del impacto del cambio climático tanto en especies animales como vegetales.
“El objetivo fue intentar refinar las predicciones en cuanto a la retracción de las especies donde las poblaciones son generalmente pequeñas y sufrirían mayor riesgo de extinción local”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir una de las autoras del avance, la doctora Andrea Premoli, del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente (INIBIOMA) que depende del CONICET y del Centro Regional Bariloche de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo).
Hay teorías que plantean que el aumento de la temperatura produciría la expansión de las especies hacia zonas relativamente más frías, como mayores latitudes o la alta montaña.
“Sin embargo, no siempre los estudios empíricos muestran asociación con esas predicciones”, afirmó Premoli. Para ajustar el pronóstico, el nuevo modelo integra no solo los factores geográficos sino también ecológicos y genéticos que impactan de forma diferencial sobre las poblaciones a distintas escalas espaciales”, añadió la investigadora.
La herramienta desarrollada se aplica a poblaciones que se encuentran en los límites de la tolerancia fisiológica y ecológica de la especie. Tal como revela la revista “Global Change Biology”, Premoli y colegas del Reino Unido y de España validaron su modelo con éxito al aplicarlo en la haya europea (Fagus sylvatica).
Esa especie de árbol es sensible a la desecación y por lo tanto vulnerable al deterioro en el balance hídrico que sufren las poblaciones en el noreste de la península ibérica. Los investigadores se basaron en un diseño experimental utilizando distintas fuentes de información existentes: inventarios forestales regionales, mapas de cobertura y datos climáticos. E integraron también datos ecológicos y genéticos.
“Así como nuestra herramienta predice la combinación de factores que pueden incrementar la vulnerabilidad de una especie, también señala el manejo de los suelos y otras variables que a escala local pueden salvaguardar la estructura y función de los ecosistemas forestales”, afirmó Premoli. Y añadió que el método de análisis sugerido es lo suficientemente flexible para ser aplicado a estudios de campo, experimentales y genético-poblacionales.
El avance también fue liderado por Albert Vilà‐Cabrera, del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, en Cataluña, España, y Alistair Jump, de la Universidad de Stirling, en Escocia.