Cada vez son más los expertos que advierten la conexión entre los efectos del cambio climático y la proliferación de conflictos armados, en particular, en regiones como África. Sucede que determinados enfrentamientos protagonizados por grupos se aprovechan de las desgracias que padecen las personas que viven en zonas con difícil acceso al agua por las sequías, o sufren hambrunas ya sea por malas cosechas o destrucción de los recursos naturales.
En esta ocasión, el debate se trasladó a la Asamblea de Nacional Unidas sobre el Medioambiente (UNEA), que se celebró en Nairobi (Kenia), donde se relacionaron los conflictos ocurridos en Darfur, Nigeria o Siria con las consecuencias del calentamiento del planeta.
Los especialistas en seguridad y ambiente que allí disertaron hicieron hincapié en que el cambio climático “juega un papel directo en la seguridad, el desarrollo y la estabilidad en la región del Sahel, en África subsahariana, mediante el aumento de la sequía y la promoción de los conflictos”. En este sentido, Monique Barbut, secretaria de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (CLD), recordó que “para la mayor parte de la población de la región la vida es dura y se pondrá más difícil”, lo que dará lugar a “un caldo de cultivo para la desilusión, el crimen, la radicalización y el conflicto”.
Prueba de ello es lo conseguido por los guerrilleros de Boko Haram, según destacó el representante especial del secretario General y jefe de la oficina de las Naciones Unidas para el África Occidental (Unowa), Mohamed Ibn Chambas. “Han aprovechado los efectos del cambio climático y el descontento de la población para ganarse adeptos”, sentenció.
Pero Boko Haram no es el único caso. El representante especial también citó la insurgencia en el delta del río Níger, las actividades terroristas en el norte de Malí, los conflictos mortales por los recursos, así como el crimen organizado, el tráfico y el extremismo violento contra personas en la región. Al respecto, Chambas apuntó que “si bien la lucha contra el terrorismo en la región estaba empezando a dar resultados tangibles, se necesitan más esfuerzos para apoyar la campaña militar contra Boko Haram en el área de la cuenca del lago Chad”.
Ante esos efectos del cambio climático, “lo importante es cómo los gobiernos y la sociedad responden a esa amenaza”, acotó Carl Bruch, del Instituto de Derecho Medioambiental (ELI, en inglés), en diálogo con la agencia EFE. “Numerosos estudios analizaron los patrones de lluvia en el Sahel y determinaron que muchos países sufrieron un descenso en las precipitaciones parecido al de Darfur, pero solo hubo conflicto en algunos”, añadió, lo que reforzaría la idea de que el cambio climático es una amenaza multiplicadora, pero no una causa directa.
Por su parte, Mohamed Ibn recordó que la ONU se ha comprometido “a ayudar a la región frente a sus desafíos”, aunque la lucha contra el cambio climático y la inseguridad es “responsabilidad primordial de los gobiernos de la región”. También advirtió que, pese a todo, “las necesidades humanitarias continúan creciendo en el Sahel, con alrededor de 9,2 millones de personas que necesitan asistencia”, a lo que solo se ha destinado hasta el momento “un pequeño porcentaje” de los 480 millones de euros solicitados para ayuda humanitaria.
Lo mismo que en Sahel ocurre con Siria, con 1,3 millones de hogares destruidos e infraestructuras y refinerías arrasadas. Toda esta degradación del ambiente y la destrucción tendrá consecuencia sobre la salud de las personas, según el director de la plataforma Toxic Remnants of War Project, Doug Weir. Además, el impacto sobre los recursos naturales, los residuos y la carencia de industrial dejará a la gente “sin empleo, bajarán sus rentas”, y el acceso a los medicamentos se “reducirá por la desaparición del sector farmacéutico”.